El 9 de junio de 1964 marca un hito en la historia de la iglesia la Luz del Mundo. El llamado por Dios al apóstol de Jesucristo, Samuel Joaquín Flores, para dirigir su Iglesia, constituye uno de los eventos más importantes para los creyentes de la Luz del Mundo en particular y para el mundo religioso en general. La Historia de la Iglesia ha sido escrita estos últimos 49 años con trabajo, con esfuerzo, con paciencia, con dedicación, con amor; ha sido deletreada a lo largo y ancho del continente americano, en Europa, Australia, India e Israel; ha llegado para decir claro lo que nadie quiere escuchar. Guste o no, estén de acuerdo o no, la Iglesia la Luz del Mundo bajo la dirección apostólica del hermano Samuel Joaquín Flores ha sido más que acertada e inspirada en y por Dios.
La prédica apostólica, el discurso religioso que caracteriza a la Luz del Mundo, sostiene la fe en Dios y en su hijo Jesucristo. Apunta en dirección de utilizar la razón para servir a Dios –aunque parezca contradictorio- por la fe. Indica el camino normativo para agradar a Dios mediante una vida congruente entre el discurso religioso y la práctica cotidiana del creyente. Otorga la esperanza de una vida después de la muerte, que al mismo tiempo es pilar fundamental del cristiano. Sostiene la intercesión de Jesucristo para perdón de los pecados, mediante la autoridad apostólica. Espera la transformación de la vida de los seres humanos para ser mejor persona, mejor ciudadano, mejor creyente. Cada ser humano, se sabe vulnerable e imperfecto pero consciente de su propia responsabilidad por lo que, en su gran mayoría, la convicción y entrega a la fe resulta evidente.
En consecuencia de estos y otros principios religiosos, la Luz del Mundo está a la vista de todos, porque el apóstol de Jesucristo la ha puesto a la vista de todos. Eso no le ha gustado a los intolerantes, a los que no quieren aceptar que cualquier persona tiene derecho a creer en lo que quiera, a decir lo que quiera e, incluso, a escribir lo que quiera. (Seguro que este escrito será criticado). Su forma de vida, tachada como “rara” o “inentendible” para los que no conocen otra forma de fe, sigue siendo objeto de irrespeto, de intolerancia, de discriminación y de burla.
Pero así como habrá uno que otro que agreda y calumnie, hay miles que han sido felices bajo esta forma de vida, de creencia, de amor. Hay muchos más que han aceptado como norma de fe, en plena convicción y uso de razón, ser la otredad. Cada día hay más personas que sienten cómo, el hermano Samuel Joaquín Flores, continúa siendo esa pluma que ha escrito en alma de los creyentes. Día a día han visto en el hermano Samuel su trabajo, su cuidado, su esfuerzo. No es fanatismo sino entendimiento al razonar que es inevitable cerrar los ojos ante la evidencia. Por eso, en reciprocidad pretendida, se sienten en deuda, porque le reconocen como apóstol de Jesucristo para guiar a la Iglesia que él fundó hace más de dos mil años.