Periodico Milenio Jalisco
- 2013-04-06 • ACENTOS
Articulo de opinión: Sara S. Pozos Bravo
El tiempo de gracia es un periodo en el que Dios establece
comunicación con la humanidad. A lo largo de la historia bíblica, ha
quedado claro que no en todo momento Dios dispone de un interlocutor entre Él y
la humanidad para hacerle llegar su mensaje. Este momento, que inicia con
Cristo y sus apóstoles, se termina con la muerte del último de ellos, el hombre
llamado Juan. Desde entonces (aproximadamente en el año 90 de nuestra era), y
hasta 1926, Dios no tiene comunicación con la humanidad no hay
manera de encontrarle ni de hablarle porque no existía el
interlocutor que sí existió con Cristo y que sí existió en los primeros años de
la era apostólica.
Hasta que un día como hoy, pero de 1926, Dios llama al
apostolado al hermano Aarón Joaquín González para que sea ese interlocutor
entre él, entre Dios y la humanidad. Lo hace porque tiene el Creador toda la
facultad y todo el poder para hacerlo. Lo hace, en el día y en la hora
determinada por el Ser Supremo para que el hermano Aarón Joaquín comience a
predicar a Jesucristo, su sacrificio, su amor, el perdón y plan de Dios para la
salvación del mundo. Cuando comienza su prédica, también comienza a reunir en
la iglesia de Cristo llamada en este tiempo La Luz del Mundo, a todos los que
ahora bajo su dirección, integraría la comunidad de fieles. El 6 de abril de
1926, Dios abre nuevamente la comunicación entre Él y la humanidad, la
posibilidad de alcanzar el perdón por las ofensas, el acercamiento mediante la
fe con Cristo, el conocimiento absoluto del Creador, de su plan de salvación,
de su gracia, de su misericordia, de sus instrumentos para convencer al hombre
(la razón de la fe). Esa fecha es el inicio del tiempo de gracia que perdura
hasta el día de hoy.
Garantizada la apertura de Dios por la presencia del apóstol de
Jesucristo, el plan de Dios se extiende y La Luz del Mundo continúa, tras el
llamado por Dios al descanso eterno del hermano Aarón, ahora bajo la dirección
apostólica del hermano Samuel Joaquín Flores. El plan de Dios y la oportunidad
de entenderlo comienza a salir de México y allende las fronteras se abre surco
en un mundo dominado hasta entonces por el catolicismo romano. Pero el trabajo
del hermano Samuel va encomendado y dirigido por Dios, abre surcos y arroja la
semilla de su palabra que, al tiempo, comienza a dar frutos: España, Chile,
Argentina a finales de los años ochenta del siglo pasado, se incorporan a la
lista de países en donde La Luz del Mundo tiene presencia. Se reconfigura
entonces el mapa religioso de México, de El Salvador, de Colombia. El número de
creyentes católicos disminuye mientras el de La Luz del Mundo se incrementa.
Así hasta esta segunda década del tercer milenio.
Han pasado 87 años del momento en el que Dios pusiera sus ojos
en la humanidad y dispusiera de un hombre llamado apóstol por Dios para
transmitir su mensaje. Ese instante es sagrado y fue místico para la iglesia La
Luz del Mundo. Esta es su fe y parte de su historia.