La Iglesia Católica no frena el constante éxodo de sus fieles

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La tendencia lleva ya medio siglo, sin prisa y sin pausa. La migración a otros credos. Un documento de la arzobispado rosarino habló de "preocupación". De qué se trata.

Aunque hace 50 años que los censos nacionales no preguntan más por la identidad religiosa, los pocos datos que existen confirman lo que sugiere el sentido común: se achica la grey católica en el país y Rosario no es la excepción. De hecho, el sociólogo especializado en temas religiosos Fortunato Mallimaci acaba de presentar un trabajo en México donde afirma que en Argentina la comunidad que responde a Roma se redujo al menos un 14 por ciento en el último medio siglo. No sólo por la migración de fieles católicos a credos evangélicos, más vivenciales y emotivos, sino también por complejos procesos de "desinstitucionalización" religiosa en los que los creyentes entablan relación con lo sagrado por propia cuenta y riesgo, sin necesidad de intermediarios.
Hace unas semanas, al difundir una jornada misionera en Cabín 9, un documento del arzobispado local citaba una conclusión de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe: "En las últimas décadas vemos con preocupación, por un lado, que numerosas personas pierden el sentido trascendental de sus vidas y abandonan las prácticas religiosas, y, por otro lado, que un número significativo de católicos está abandonando la Iglesia para pasarse a otros grupos religiosos".
La pregunta surge sola: ¿El fenómeno continúa?
"Indudablemente: dentro de la Iglesia todo se va achicando y habría que saber leer mejor esas señales", admite el padre Daniel Siñeriz, párroco de San Joaquín y Santa Ana, del barrio Nuevo Alberdi.
A su entender, lo que se "achica" en el catolicismo no son sólo "las vocaciones religiosas (las masculinas, pero sobre todo las femeninas, que prácticamente están desapareciendo porque ni siquiera las sostiene la vocación de poder que se asocia al sacerdocio), sino la propia feligresía".
Esos creyentes, razona el sacerdote, "emigran a otros cultos o simplemente se alejan de la Iglesia" en busca de "propuestas religiosas más entusiastas, más vivenciales, más inmediatas, directas y sensibles, más del orden de lo emotivo (ver página 4), y sobre todo más en consonancia con la cultura de nuestro tiempo".
La percepción de Siñeriz, lúcida y crítica a la vez, queda respaldada en gran medida por los datos de la primera encuesta nacional académica sobre Religión y Estructura Social realizada en 2008 por equipos del Conicet de las universidades públicas de Buenos Aires, Rosario, Cuyo y Santiago del Estero. Esa información dio pie a la investigación que acaba de presentar Mallimaci.
"La paulatina disminución de fieles del catolicismo y el crecimiento de los indiferentes religiosos y los evangélicos es uno de los datos a destacar", señala el sociólogo.
En cifras, ese retroceso se precisa cuando se comparan las pertenencias religiosas que revelaron los censos de 1947 y 1960 y la encuesta del 2008.
Entre el 47 y el 60, el porcentaje de católicos disminuye ligeramente: del 93,6 por ciento al 90,05 por ciento, mientras que las demás creencias se mantienen y menos del 2 por ciento de la población se manifiesta sin religión.
Medio siglo después, la encuesta revela que aunque los argentinos siguen siendo mayoritariamente católicos, "el espacio de otras confesiones se amplió y diversificó".
Concretamente: el 76,5 por ciento se declara católico, un 9 por ciento evangélico (de ese total, 7,9 por ciento pentecostal) y un 11 por ciento indiferente (ateo, agnóstico o sin religión). El resto se divide entre testigos de Jehová (1,2 por ciento), mormones (0,9 por ciento) y otros credos (1,1 por ciento), como el judío, el musulmán, el umbanda, el budista y el espiritista.
Pero cuando la encuesta se corre del terreno de la identidad (lo que uno cree y dice ser) al terreno de la acción (lo que uno hace), la pertenencia al catolicismo parece debilitarse: por ejemplo, tres de cada cuatro creyentes concurren "poco o nada a la iglesia". Y cuando se les pregunta cómo se relacionan con Dios, el 81,1 por ciento privilegia su propia capacidad de llegada y sólo el 23 por ciento confía en la instancia eclesial.
En su informe, Mallimaci alude a una "primera y fundamental constatación: "Vivimos en Argentina un profundo cambio del campo religioso, donde el monopolio católico creado, consolidado y desarrollado desde 1930 hasta los 80, se ha quebrado".
Por eso, hablar de "identidad argentina, a nivel de amplios sectores populares, ya no es más sinónimo de identidad católica. El especialista habla de "diversificación" y "nuevas competencias" en un "mercado de bienes simbólicos cada vez más desregulado".
Paradójicamente, la caída del monopolio católico convive con la persistencia de una situación no común a otras democracias: el Estado argentino financia a las autoridades de la Iglesia, ley que perdura desde la dictadura, algo que cada vez más se cuestiona desde otros credos y desde posturas simplemente laicas.

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